Estrés: aprender a fluir con él

Estrés: aprender a fluir con él

Tienes que entregar un proyecto, estás trabajando a contrarreloj, tomaste tanto café que te duele el estómago y te tiemblan las manos, duermes poco y mal, no tienes tiempo para distraerte, comienzan las peleas con los demás, cualquier problema pequeño es susceptible de convertirse en catástrofe. Quisieras gritar, correr, golpear algo (o a alguien), romper todo. Pero sabes que no puedes detenerte a la mitad del proceso. Respiras: ohmmm… La intención tranquilizante dura menos de diez segundos porque algo muy dentro de ti sigue gritando: ¡Paren el mundo que me quiero bajar!

Estrés: esa reacción con la que el cuerpo nos prepara para hacer frente a las agresiones del entorno. (Flight or Fight: volar o pelear) Sin embargo, cuando deja de ser una reacción para convertirse en una forma de vida, se transforma en una agresión más. Hay que entender, sobre todo, que el estrés no necesita ser combatido como si se tratara de un enemigo. No se irá nunca: es un mecanismo de defensa. Lo que sí podemos hacer es aprender a lidiar con él, sacarlo, darle su espacio y aprovecharlo.

Imaginemos a un animal en el bosque. Escucha un ruido. Pone en marcha sus reflejos para reaccionar. Se sube a una rama. Aguarda. No hay peligro: sus músculos se relajan. Por más extraño que parezca, podríamos hacer algo muy similar con nuestro proceso de estrés. En vez de quedarnos petrificados o lanzando alaridos desde una rama, podemos usar todos los recursos que tenemos para comprender de dónde viene nuestra reacción, establecer prioridades y actuar con calma.

No hay peligro

Hay acciones que permiten poner en reposo el mecanismo de defensa, esto implica, por un lado, transformar y drenar los químicos que nos provocan tensión, y por otro, activar el proceso de entendimiento y ponerse en calma.

¿Qué puedo hacer?

Expresión. Hablar, desahogarte, cantar muy fuerte, reir a carcajadas, escuchar a quien quiere ayudarte; bajar la guardia; hacerte un diario y vaciar de ruido tu cabeza.

Desfogue. Realizar una actividad física, bailar, hacer yoga; jugar con los niños, como un niño más; cocinar tu plato favorito de la infancia, arreglar el jardín, pasear con tu mascota.

Descanso. Bajar el consumo de estimulantes, la adrenalina que llevás en las venas es suficiente impulso; hacer un ritual de dormir: cenar ligero, tomar una infusión, leer, darte un baño, hacer aquello que te tranquilice y que baje tu ritmo paulatinamente; ser disciplinado con el sueño, recordar que tus horas de descanso no son negociables.

Contacto. Tomar un baño caliente y perfumado; comer algo suave y reconfortante; acariciar, abrazar y dejarte abrazar; pedir a alguien que te quiere, que te haga un masaje; a un volumen moderado, escuchar música que no interfiera con tus pensamientos.

Estas acciones son benéficas en lo práctico y a corto plazo. Sin embargo, también es interesante lo que podemos hacer para que el estrés no se convierta en un enemigo.

  1. En un cuaderno (o en tu celular) registra qué cosas te estresan. Anotalas cuando ocurren, a diario, durante una semana. Después escribelas en un papel y califica cada ítem del 1 al 10, de lo menos a lo más estresante; identifica cómo reaccionas ante cada una de esas situaciones. Analiza la relación que hay entre tus reacciones y el nivel de estrés que te producen. Por último, revisa a qué se deben, si es falta de organización, de apoyo, de paciencia, o es simplemente algo que sale de tus manos. Este ejercicio te ayudará a tomar conciencia y estar atento para que, cuando se presente esa situación, no sea tu mecanismo de defensa el que tome control; se trata de aprender a interpretar los acontecimientos de una manera más serena, desdramatizar el problema para que no nos quite la energía que necesitamos para resolverlo.
  2. En la medida de lo posible, evita llenarte de actividades. El tiempo para relajarse y descansar no se encuentra, SE CONSTRUYE.
  3. Aprende a decir que no y tampoco te sientas obligado a dar explicaciones de todo.
  4. Jerarquiza las actividades, revisa qué puedes negociar y qué no.
  5. Recuerda que explotar o desquitarse con los demás sólo empeora las cosas, daña las relaciones y añade más problemas. Busca un espacio para desfogar tu tensión sin hacerle daño a los demás, ni a ti mismo.
  6. ¿Te parece que la empleada no es suficientemente amable contigo? Es probable que ella, como tú, esté pasando por una mala racha. Practica la empatía, es una actitud que funciona en espejo. Regala una sonrisa.
  7. Ríete de ti mismo, el sentido del humor ayuda a poner las cosas en perspectiva.

 

 

 

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