PENSAMIENTOS POSITIVOS Y NEGATIVOS

En realidad, existen casi tantos puntos de vista como personas; cada uno es diferente a los demás. Pero en una clasificación muy sencilla y quizá un poco reduccionista podemos distinguir entre optimistas y pesimistas.

Optimista es quien percibe lo bueno de cada circunstancia y quien a partir de esa percepción es capaz de optimizar las posibilidades que cada situación plantea.

Las personas pesimistas interpretan la realidad desde su lado más negativo, y las optimistas perciben lo mejor de cada situación, lo que no quiere decir que ignoren lo malo. El pesimista no sólo tiene el sufrimiento garantizado, sino que con su actitud difícilmente va a aportar soluciones constructivas a los problemas. En cambio, los optimistas tienden a vivir más felices y superan con más facilidad las complicaciones.

“Qué más quisiera yo que ser optimista, pero la vida me ha hecho ser realista”. Esta afirmación casi siempre oculta una renuncia al cambio, que se basa en que las personas son como son y en que es inútil esforzarse por cambiar el carácter y la actitud de la gente.
Ser optimista equivale a vivir mejor.
 
Buscar el lado positivo de las cosas ayuda a sentirnos mejor, hace surgir sentimientos de bienestar y proporciona fuerza y energía para enfrentarnos a las situaciones difíciles. Fijarse en las cosas buenas de la vida es una actitud, que puede ser cultivada y trabajada.
Veamos algunas pautas:
• Cuando percibamos algo como exclusivamente negativo, dudemos de ese pensamiento. Ha de haber algún modo de hallar algo positivo a la situación o, al menos, a relativizar su gravedad.
• Cuando nos veamos atrapados en un callejón sin salida, no reaccionemos inmediatamente. Detengámonos, reflexionemos y busquemos alternativas.
• Hagamos frecuentemente un inventario de todo lo bueno que tenemos, que es mucho. Recordemos cuántas personas están peor que nosotros.
• Escuchemos a quienes nos quieren y nos valoran tal y como somos.
• Utilicemos pensamientos constructivos: “quiero”, “puedo”,”soy capaz”. Recordemos situaciones a las que respondimos positivamente.
• No aceptemos pensamientos como “a mis años no puedo cambiar”.
Admitamos nuestros errores. Sólo quien se equivoca está vivo de verdad. Los que nunca se equivocan, cometen la mayor de las equivocaciones porque no asumen riesgos: consciente o inconscientemente, se han rendido, han dicho «me planto».
Las dificultades son oportunidades que nos da la vida para fortalecernos. De esas batallas podemos salir reforzados y con una mayor autoestima.

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